Hacia fines de 1817, Manuel Rodríguez mantenía una relación estable con doña Francisca de Paula Segura y Ruiz, una criolla de posición acomodada de 36 años de edad; sin embargo, no han existido elementos probatorios que certifiquen un matrimonio, que algunos historiadores mencionan, asimismo dadas las condiciones de inestabilidad del momento hacen muy improbable que Manuel Rodríguez hubiese querido o podido casarse, sin embargo lo que se sabe más es que de esta relación nació un hijo de nombre Juan Esteban Rodríguez Segura, nacido el 24 de abril de 1818 en Santiago, como consta en su rosario de bautismo, el cual se encuentra en exhibición en el Museo Cardoen de Santa Cruz.
La existencia de este hijo se menciona en los textos de los historiadores Gustavo Opazo Maturana, Alejandro Chelen Rojas, Armando de Ramón y Manuel Balbontín que corresponden a biografías del patriota, y en el diccionario biográfico del historiador y genealogista De la Cuadra Gormaz. En consecuencia, aunque no se puede dudar de la existencia de este hijo aún no ha sido posible encontrar su certificado de bautismo, por lo que algunos estudiosos extremadamente escépticos y desconfiados todavía dudan de su existencia.
Reafirma más aún la convicción de su existencia el propio certificado de defunción de Doña Francisca de Paula Segura, donde se lee claramente "viuda de Manuel Rodríguez". Dicho certificado, que había pasado de mano en mano por varias generaciones en la familia y descendientes de Juan Esteban Rodríguez, fue donado en la forma de su documento original por la familia, encontrándose expuesto también en el Museo Cardoen de Santa Cruz.
Todos estos elementos, así como la fecha de concepción (1817) y nacimiento de este hijo (24 de abril de 1818) se sitúan perfectamente en la cronología de la historia. Unido esto a la tradición de la familia Rodríguez-Segura traspasada de padres a hijos, no se deja duda alguna que la sangre del patriota sigue aún corriendo por las venas de sus actuales descendientes.
Juan Esteban Rodríguez Segura, el hijo de Manuel Rodríguez, alcanzó altos cargos como servidor público y gran figuración política. Se caracterizó por su oratoria de tribuno, siendo muy respetado y oído por correligionarios y adversarios políticos. Fue Intendente de Copiapó (1855), Talca (1859-1864), siendo electo posteriormente como Diputado y Senador por catorce años en la circunscripción de Curicó. Fue además un conocido agricultor de la zona de Colchagua, específicamente en la localidad de Pumanque donde poseía una extensa propiedad. Curiosamente, en su vida privada era muy reservado en lo que se refería a su progenitor, hecho que mencionó en contadas ocasiones durante su vida, dado que la familia era muy religiosa, y sentían cierta vergüenza de descender de un hijo natural, nombre que se daba en esa época a los hijos fuera del matrimonio. El hijo de Manuel Rodriguez se casó en dos oportunidades y tuvo 14 hijos nacidos entre 1843 y 1866. De esta forma actualmente viven numerosos descendientes de aquellos nietos del patriota, los cuales han conservado el famoso y distintivo apellido. De hecho, una de las ramas de descendientes (Rodriguez Besa) se han transformado en voceros de la descendencia del patriota, de tal forma de proteger el acervo histórico/familiar.
El año 2007 falleció la última bisnieta del patriota, Doña Rosa Rodriguez Velasco, con más de 90 años, y como prueba viviente de la historia recordaba vívidamente haber estado en los brazos de su abuelo, quién ni mas ni menos era el hijo desconocido de Manuel Rodriguez.
Existe también otra línea de descendencia importantísima que origino incluso un Presidente de la República, que fue Juan Esteban Montero Rodríguez, su hijo Juan Esteban Montero Fermann e hijo de este Juan Esteban Montero Matta,los très,descendientes directos del patriota.
En algunas publicaciones se ha expresado erróneamente que doña Francisca De Paula Segura era originaria de la localidad de Pumanque (al interior de Colchagua, incluso se ha hablado de la casa de Manuel Rodríguez en Pumanque, que era donde vivía dona Francisca y que allí se inició el idilio durante sus correrías por el sector). Sin embargo, ésta versión no tiene respaldo histórico fehaciente. Por el contrario, la historia respaldada por documentación señala que Doña Francisca De Paula Segura y Ruiz nació en Santiago y nunca pisó la zona de Colchagua hasta de bien avanzada edad, hasta que su hijo Juan Esteban Rodríguez, el hijo del patriota, la llevó a vivir con él a la Hacienda de Pumanque de su propiedad. La familia de Francisca no era aristocrática ni realista, pues no figuraba entre las familias importantes de la época. Sin embargo, en un documento familiar se puede apreciar su firma hecha con elaborada rúbrica, caso extraño entre mujeres de la colonia, las cuales, incluso entre familias acaudaladas, no sabían escribir. El hijo de Manuel Rodríguez, Juan Esteban, llega por primera vez a la zona de Colchagua al casarse con doña Carmen Herrera (1843), viuda de un terrateneiente de la zona, heredando numerosas tierras, al tiempo que debe mantener a los 7 hijos de la viuda. Luego en 1854 se comienza a dedicar a la política asumiendo la Intendencia de Copiapó y luego de Talca.
En consecuencia, Doña Francisca de Paula Segura fallece efectivamente en su dormitorio de la Hacienda Pumanque a los 92 años en 1874, en dicho lugar existía un gran comedor, al fondo un cuadro de Manuel Rodriguez que era venerado por toda la familia compuesta por 14 hijos e infinidad de nietos que miraban el cuadro con gran respeto y admiración.
Don Juan Esteban casi nunca reveló su origen debido a una contradicción vital que tenía, por una parte no conoció a su padre, nunca fué reconocido como un sobrino por los demás hermanos Rodriguez Erdoiza, por otra parte el se forjó su carrera política a sí mismo sin siquiera mencionar que era hijo de un padre de la patria, y por último para proteger el buen nombre de su madre, cuyo único amor había sido Rodriguez, el guerrillero, el patriota, el valiente, el que todos conocemos y admiramos.
Sin embargo, por amor entrañable que le profesaba a su madre, quiso aislarla de la curiosidad y morbo público, en esa sociedad tan pacata e hipócrita de los años del 1800 por lo que practicamente la alejó de la civilización llevándola a vivir a las serranías de la costa colchaguina donde entregó su último aliento con la mirada fija en el cuadro, del que había sido su único amor, y al cual se había entregado en cuerpo y alma. Los cientos de descendientes actuales, le deben un sentido homenaje a ésta mujer, que frente a todas las adversidades dió a luz al vástago que nos permite, aunque sea en forma minúscula, que aún lleven unas gotitas de sangre de aquel hombre que entregó su vida, sin esperar honores, fortuna, ni reconocimiento alguno, en pos de su ideal que era la libertad de la patria, su progreso material y la justicia social para todos los chilenos.
ALGO DE FOLKLORE EN HONOR A MANUEL RODRÍGUEZ.
Patricio Manns. El cautivo de Til Til...